jueves, 15 de mayo de 2008

Entre libros, apresurados silencios y huicholes

I

La cadencia de aquella mujer morena, de vestido Tehuano y sonrisa casi imperceptible, era el corolario de aquella exposición. Bajo ese recuadro engalanado con una cinefotografía en blanco y negro y motivos mexicanos, Ángel Miquel lee, con su mirada festiva y con sonrisas en cada acotación, observa a los asistentes, mueve las manos, se endereza en el asiento, se mueve hacia delante, está inquieto pero feliz, se le entrecorta la voz cuando recuerda a su amigo Emilio García Arriera, protagonista central de la crítica cinematográfica mexicana, alguna vez trabajador en una fábrica de cocinas, donde en los tiempos muertos empieza a hacer crítica de las películas que veía, de quien Ángel ha compilado una serie de críticas cinematográficas que conforman el libro El juego placentero II. Los que ahí estamos seguimos sus palabras, las anécdotas que nos cuenta, las apreciaciones críticas sobre el libro de su amigo. Ángel termina con una sonrisa nerviosa, pero confiada, ante el deber cumplido. Sin más preámbulos, presenta a Gabriel Rodríguez, quien está ahí para presentar el libro El nacimiento de ¡Que Viva México! de Aurelio Reyes, Gabriel habla pausado, conoce cada adjetivo, cada ironía, cada metáfora, nos habla de Aurelio Reyes, de sus periplos, de su búsqueda de respuestas, de su sapiencia al preguntar, al buscar. Aurelio mira sereno, casi todo el tiempo cabeza abajo, escuchando y recordando, de vez en cuando asiente. Gabriel nos cuenta de una historia inoxidable que con paciencia sale a la luz. Una historia hueso duro de roer, historia que implica un duelo con el tiempo y reto con el laberinto. Mientras Gabriel nos habla de Sergei, de ese embajador del socialismo que llegó a México; siguen llegando los estudiantes de 6to de la Facultad de Artes. Brenda se incorpora tratando de prenderse al curso de la plática. Continúa Aurelio, su aventura en Moscú sin saber ruso, hecho pánico, en huaraches porque no conocía el clima moscovita, ubicado en el carril de los deportados por llegar antes de tiempo, se le ilumina la mirada, proeza que lo encaminaría a encontrar la información necesaria para descubrir cada detalle de la identidad de Einsestein, que lo enfrentaría al reto de abordar al realizador soviético de una forma novedosa y original, donde se percibe el juego político y el devenir artístico.






II

Las cortinas se cierran al apagarse la luz, una más una más –se escucha- y entra corriendo Daniela con su singular sombrero, se sienta, seguido a ella entran otros más que también apresurados buscan su asiento en la oscuridad, todos llamados por el extraño resonar de esa música. Los celulares alumbran los pasillos de la sala, los usan para no precipitarse por los escalones tan pequeños que dificultan el descenso y el ascenso. Por las escaleras bajan estudiantes, realizadores, organizadores y público que a tientas hallaba el camino, que entran para ver aquello que suena interesante. Se escucha la voz ronca, de un español seguramente: Franco ha muerto, españoles, Franco ha muerto, Franco ha muerto… palabras seguidas de un grito, guitarras eléctricas al tono de La, imágenes coloridas de extraños trazos morados y negros resaltan, personajes excéntricos y un hombre conocido, órale, es Pedro Almodóvar, dice una voz de mujer, que luego luego se calla porque la función ya comenzó y la imagen es tan poderosa que exige la total atención.


III

El cielo oscuro con una gasa de nubes pardas, la luna se deja ver entre los espacios que las nubes dejan, el color plata de las agujas de luz de la luna iluminan el suelo, se mezcla con el amarillo de la luz de la plaza, permiten caminar y ubicarse sin problemas. Son las 8:30 y el programa señala Soneros de Tesechoacán, pero no habla de la magia que viene porque no se puede prever de ninguna manera.
La pantalla amarrada de un poste y un árbol, erguida, fija, es la primera noche que no se mueve nada, no hay aire. Un sudor que apenas se asoma refresca la piel cuando hay aire y lo roza, la gente está reunida, espera la hora. Un hombre de rasgos aindiados, de piel morena, estatura media, ataviado con ropa de manta bordada con hilos azules, rojos, rosas, amarillos que hacen figuras que si no tienen significados sí son bellas, calza huaraches de piel y suela de llanta, color café, gastados, una correa tejida con algodón variopinto le atraviesa el pecho, lo toca un sombrero del que cuelgan unas figurillas color crema, parecen conchitas de mar, trae una mochila a la espalda, un pañuelo alrededor del cuello, y en las manos, un violín, Urra Muirre, se llama y empieza a tocar. ¿Es parte del programa?, pregunta un despistado que todavía no siente la energía que emerge del acto, el huichol toca una melodía que desprende nostalgia en el subir y bajar del arco al contacto con las cuerdas. No mira nada pero lo ve todo, apasionado termina, suda, aplauden los que ahí están y se han juntado más, quizá sin quererlo, quizá sin saber. Luego viene otro, más joven, que viste igual, trae una jarana; apenas se miran y lo entienden todo, tocan, en la gente hay emoción, parecen niños fascinados que siguen con ojos y oídos a los que les hacen la noche inolvidable, a los que los llenan de nostalgia y emoción, que los hacen recobrar algo que apenas se dieron cuenta, permanecía difuso en su memoria. Terminan, aplausos, euforia, el gusto del público, de los huicholes que tocan, quienes también sudan y vuelven a tocar, una más por qué no. Ya hay más gente ahora, como si fueran atraídos por un Flautista de Hamelin ataviado de huichol y un ritmo nostálgico de añoranza pero también de búsqueda y esperanza. La música cesa, el director de la película que sigue, Inti Cordera, sonríe, lo conminan a hablar, qué puedo decir –dice-, su emoción se nota en sus pausas, en la duda de las palabras que usa.
El indio del violín se ha quedado a ver la película, la sigue atento, atiende, sonríe y se carcajea de cuando en cuando, como todos los demás, como ninguno.

Realización:
José Luis Valdez / Jessica Rivera

Investigación:
José Luis Valdez / Jessica Rivera / Berenice Fregoso / Salvador Guzmán

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola

En la parte de ganadores en la categoria de arte te falto mencionar que hubo una segunda mención honorofica, hubo un error en el guión de la ceremonia clausura y la omitieron pero el jurado se la dio a Héctor Gacia Fotógrafo.