viernes, 16 de mayo de 2008

El reto, la magia, el trabajo y la espera

El plan está trazado y el recorrido empezó por las principales calles del pueblo. Visitaron escuelas, iglesias, el mercado y los rincones donde se rumora que los espíritus de los tepoztecos difuntos conviven con los que aún habitan el pueblo mágico. Sí, de veras!, yo venía por la carretera y la vi parada en la orilla, vestía de negro y no pude verle bien la cara, les platicaba Rubén mientras lo rodea un círculo de atentas miradas, unos sorprendidos y otros incrédulos de aquella historia que les contaban tan apasionadamente. Las luces azules y rojas de las torretas iluminan 5 de Mayo, la avenida principal, Mario, Claudia y Miguel, ellos, los del Reto Documental, no lo piensan y suben, la patrulla acompaña su recorrido hacia el panteón. El reto: lograr que la noche no sea un impedimento, sino la protagonista.

José se topa con una casita hecha de espina de Pochote. Imagina unas manos dedicadas, quizá con las venas saltadas que hacen relieve en el dorso de la mano, los dedos delicados pero fuertes y precisos, manos seguramente morenas que realizan esa pieza artesanal, que tienen el don de transformar las espinas; no lo sabe de cierto y piensa averiguarlo. Ángel les cuenta su historia a esos nóveles documentalistas curiosos -como debe ser-. Uno mira, otro graba, otro escribe, todos escuchan. Admiran la soltura con que las manos tallan la espina, soltura ganada en el paso del tiempo, heredada por su madre. De lo que esas manos producen aquella familia se sostiene, porque no necesita más, porque me he ganado la lotería 3 veces -dice ella, cabizbaja-, una por cada uno de mis dos hijos y la tercera por Ángel.

Verde, café, rojo, rosa, son los colores que encuentra Daniela en su recorrido. Es el retrato de un pueblo que impacta con la variopinta tonalidad de sus espacios, de sus ritmos, de su gente. Luchas y leyendas envuelven el espíritu de este lugar mágico. La cámara encuentra el encuadre perfecto en cualquier rincón. Juan Pérez -sí, así se llama y nadie lo cree por sus evidentes rasgos alemanes y su bigote a la Dalí- aparece en pantalla con su típica serenidad y sonrisa de oreja a oreja. Son las 8, el tiempo encima, en esto siempre está el tiempo encima, hay que editar, se siente feo tener que desechar una sola imagen.

En el cóctel alguien pregunta si se proyectará el Reto. ¡Uff, ya lo están pasando, yo salí!, dice Juan con una copa de vino tinto en la mano, a las 10 se repite, le dice a quien ha inquirido, y todos en la mesa apuran el trago para dirigirse al Zócalo. En efecto, al llegar encuentran al público a 4 metros de la pantalla blanca, la mayoría sentados, con la intriga de aquello que fue realizado en sólo 100 horas, según reza la publicidad del Reto Documental Tepoztlán- Docsdf. ¿Qué habrán hecho?, se pregunta Valentina antes de dar una mordida a su esquite con crema y chile, que humea y pica.

Los realizadores lucen nerviosos, lo dice su ir y venir, sus manos que no se quedan quietas, sus pies que bailotean, su euforia que es descanso y expectativa, no dejan de ver los rostros del público, buscan una respuesta inmediata, una señal que les deje ver el veredicto sobre lo realizado. No se sabe cuál elegirá el público, pero las miradas satisfechas de los tepoztecos, al ver a su pueblo, gente, maneras, labores, fantasmas, abordados por tres miradas distintas, es ya una recompensa.
Redacción:
Jessica Rivera / Jose Luis Valdez
Información:
Berenice Fregoso / Jessica Rivera

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